lunes, 8 de octubre de 2007

Sonríe, Dios no existe



La frase que encabeza este artículo tal vez pueda sonar un poco desubicada y hasta blasfema pero realmente fue lo que se me pasó por la cabeza el pasado sábado en la noche cuando fui a la cancha de Trouville a ver el partido de basketball que el equipo local disputaba con Malvín.
Como las tribunas estaban abarrotadas, tuve que ver el partido desde atrás del banco de jugadores de Trouville, bastante cerca de parte de la hinchada del equipo rojo en el sector conocido como “la baranda”.
Cuando el partido se complicó para el local empecé a ver como uno de los hinchas –que estaba bastante exaltado- comenzaba a mirar al cielo. Entre insultos a los jueces, el simpatizante de los rojos de Pocitos sacó un crucifijo y siguió mirando al cielo, implorando la ayuda divina para que Martínez, el base de Malvín pudiera errar su tiro libre.
A continuación cerró sus ojos sosteniendo con fuerza la cruz y empezó a recitar una plegaria, mientras sus compañeros seguían atendiendo las circunstancias del juego que no estaba siendo favorable a Trouville.
Después, cada tanto, el hincha siguió invocando a la divinidad para que en el rectángulo de juego se definiera el partido a favor de su equipo.
Yo seguí mirando con interés al sujeto y comencé a cavilar en lo lamentable de la situación llegando a una conclusión que por instantes me acercó a un pensamiento ateo y quise decirle a este hincha: “¡Sonríe! Dios no existe”. Aunque en realidad, mi pensamiento era: “¡Sonríe! Ese Dios al que estás orando no existe”.
Finalmente Trouville perdió con justicia la contienda y el hincha místico se dirigió hacia la parcialidad de Malvín para insultar a todo el que se atreviera a mirarlo.
Aunque perdió mi equipo, me fui satisfecho de la cancha pues si Trouville hubiera ganado el irracional sujeto habría pensado que sus oraciones fueron las causantes del milagro.
Un Dios que puede definir partidos de fútbol o basketball realmente no vale la pena. Si lo pudiera hacer, yo también le exigiría que evitara que los niños pidan limosna por la calle y que infinidad de injusticias dejaran de cometerse.

Teniendo en cuenta esto, hay tres conclusiones posibles:
a) Dios no es de Trouville.
b) Dios es de Malvín
c) Dios no existe
d) Dios no escuchó a este hombre porque estaba ocupado en otros asuntos.
e) El Dios al que rezaba el hincha del rojo no existe.

¿Cuál será la respuesta correcta?

Phileas

2 comentarios:

Rubén E. Rodríguez M. dijo...

Dios es tan grande que – a pesar de la contraposición de cosas que pedimos en nuestras plegarias (un grupo político pide conservar el poder mientras que el grupo rival pide lo contrario, los hinchas de un equipo de fútbol piden la copa de un campeonato tal como lo hacen los hinchas de los demás equipos participantes y así un largo etcétera) – el mundo no se destruye. Dios sí existe. Sucede que es un Gran Malabarista: logra conservar el equilibrio inestable de todos los deseos contrapuestos… Esto nos recuerda una película de guerra de hace unos años, en la cual actuaba Mel Gibson. La película se llama en español “Fuimos héroes”. Tiene excelentes escenas de combate y es de las pocas que presenta una visión diríamos que “positiva” de la intervención norteamericana en Vietnam. Hay una escena en la cual Mel Gibson, quien hace de un Teniente Coronel norteamericano que debe entrar con su batallón en el recién comenzado conflicto de Vietnam, halla a uno de sus tenientes en una capilla católica. Este oficial se debatía en el conflicto de recién haberse convertirdo en papá y – a la vez – de tener que marcharse a combatir en la guerra, de la cual bien podría no regresar. El Teniente Coronel invita a su subalterno a orar. El final de la plegaria de aquél fue, más o menos así: “Señor, escucha nuestras plegarias y no escuches las del enemigo; para así poderlo mandar al infierno”. ¿Qué le parece? Así somos todos muchas veces. Pedimos como si viviéramos solos en este mundo. Ni se nos ocurre pensar que alguien puede estar pidiendo algo contrario a lo nuestro. Y menos se nos ocurre hacer una plegaria del siguiente tenor: “Mi querido Dios, ruégote que me concedas tal y cual cosa si está en ley y de una manera perfecta”. Por supuesto, habrá plegarias que no se nos cumplirán – en el peor de los casos, por ser cosas irrealizables – y otras que sí – en el mejor de los casos – aunque algo retardadas. Es de suponer que – en esta última situación - debimos esperar que a Dios “cuadrara” todas las condiciones “de una manera perfecta” antes de cumplir nuestra petición… A veces encontramos una idea muy supersticiosa de Dios, cosa que realmente no se ajusta a su condición de Ser Supremo… O a la idea que tenemos de esta condición…

Unknown dijo...

yo soy Dios en mi,tu eres Dios en ti,todo lo que existe es Dios,porque El es pura energia y nosotros y todo estamos hechos de ella.Solo que estamos viviendo en una dimension donde todo es relativo y cada uno ha venido con su proposito que es recordar quienes somos y segun tu evolucion espiritual asi viviras.Dios no hace nada porque nos dio el libre albedrio